martes, 14 de octubre de 2008

Los Paras, los militares y el gobernador...todos en lo mismo..


MEMORIA


Un vistazo a los años en los que el paramilitarismo inundó de sangre a Antioquia
Al senador Gustavo Petro le amenazaron la familia cuando dijo que iba a hablar en el Congreso sobre lo que ocurrió en este departamento entre 1995 y 1997. ¿Qué sucedió en aquel tiempo que despertó tales intimidaciones? Investigación.Por Juan Esteban Mejía UpeguiFecha: 01/31/2007 -El período empezó con protagonismo de los paramilitares. Como si se tratara de una historia de caballería, Carlos Castaño anunció en enero de 1995 su triunfal entrada a Urabá. Para aquel entonces, él comandaba las Autodefensas Campesinas de Córdoba (Accu) había llegado, según sus propias palabras, para controlar esa zona, que estaba en manos de guerrilleros.


Aquella avanzada fue vital para el propósito estratégico de los grupos de autodefensas que antes de ese año habían disminuido sus acciones violentas tal como lo demuestran las estadísticas.


Esto se debió a roces dentro del cartel de Medellín. Ya sin el máximo líder, Pablo Escobar Gaviria, la organización sufrió un período de desorden y los paramilitares quedaron en una especie de limbo, sin apoyo económico ni logístico. Antes de esa época, Escobar en alianza con José Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El Mexicano’ habían financiado las bandas de sicarios que fueron la semilla al paramilitarismo en el Magdalena Medio y cuyo modelo se expandió después por el resto del país.


1996, un año logístico


Las declaraciones más recientes se las dio un sargento a la revista SEMANA. Según dijo, al general Del Río “lo llamaban ‘el papá de las autodefensas’ porque fue quien empezó a uniformarlas y a darles el manejo militar que se necesitaba”.La ex alcaldesa de Apartadó Gloria Cuartas también estaba al tanto de esa relación y la denunció en reiteradas ocasiones, incluso, ante la Fiscalía.


De acuerdo con el libro Deuda con la humanidad, Cuartas insistía en que “la unidad de acción entre el Ejército y los paramilitares era de público dominio en la región” y describía que “los paramilitares ingresaban a las instalaciones de la Brigada XVII en motocicletas y otros vehículos sin ningún obstáculo”.


En los archivos del diario El Colombiano hay un titular que refleja la situación sobre uno de los muchos sucesos de sangre que se presentaron en esta época en el departamento. “En bus de Ituango viajaban soldados y paramilitares”, dice el periódico en su edición del 7 de noviembre de 1997 para referirse a un asalto a un vehículo por parte de la guerrilla.


Sin embargo, los enfrentamientos de esa época no sólo se circunscribían a los actores armados directamente sino a la población civil que convivían en aquellos escenarios. Así, por ejemplo, para el Observatorio de Paz de la Vicepresidencia de la República, durante ese año los grupos armados empezaron a ejecutar un nuevo modo de operar. Consistía en no atacar directamente a quienes consideraban enemigos, sino a sus ayudantes.


Por eso, se fueron contra campesinos que solían acusar de ‘auxiliadores’. Era como una especie de guerra de laboratorio, en la que cada grupo mostraba su poder atacando a terceros, pero sin hacerse daño entre sí.


Como parte de esa estrategia, los paramilitares desaparecieron a 16 personas del corregimiento La Esperanza, del Carmen de Viboral, en el oriente antioqueño. La zona estaba controlada por guerrilleros. El hecho naturalmente produjo un profundo impacto intimidatorio en todo el departamento. Con el tiempo, habría pistas de quienes estuvieron detrás de semejante matanza.


La hora de la confesión
En efecto, antes de desmovilizarse, Ramón Isaza declaró ante la prensa que el responsable del hecho fue su hijo, Omar Isaza, pero que las órdenes las dieron el general Manosalva y el mayor David Hernández, también de la Cuarta Brigada.


Con ese mismo general y ese mismo año se preparó también la masacre de El Aro, en Ituango, según lo declaró recientemente Salvatore Mancuso. Pero Manosalva no alcanzó a saber del desenlace de su plan porque murió el 16 de abril de 1997 como consecuencia de un aneurisma.
Su puesto en la unidad militar –la IV Brigada- lo ocupó el general Carlos Alberto Ospina quien posteriormente alcanzó el puesto de comandante general de las Fuerzas Militares.


Otro plan que se contempló en 1996 fue el de incorporar a los paramilitares a la sociedad. Los registros de prensa dicen que a finales de ese año, el presidente de Proantioquia, Mario Aristizábal, se reunió con las Accu como vocero del Sindicato Antioqueño en una comisión facilitadora de paz. Como resultado del encuentro, quedó el compromiso de “motivar al gobierno y al Congreso para crear un proyecto de ley sobre el tema”.

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