viernes, 16 de enero de 2009

Un dudoso honor


VLADIMIR FLÓREZ

Un dudoso honor

Solamente a un mandatario como Álvaro Uribe se le ocurre aceptar como un honor una condecoración que le otorga el líder más desprestigiado de la historia reciente de Estados Unidos, que no sólo está a punto de irse, sino que se halla en el punto más bajo de su popularidad.

Me daba vergüenza ajena ayer, viendo al presidente de Colombia sentado en el borde de una silla, con las rodillas juntas y los pies separados, esperando con emoción su turno para pasar a recibir la Medalla de la Libertad que le otorgaba el señor Bush. Aunque esa es la distinción civil más alta que se otorga en Estados Unidos, hay que tener en cuenta que de exclusiva tiene poco; el mismo Bush la ha otorgado decenas de veces, no sólo a otros mandatarios títeres como Uribe, sino a varios ex funcionarios de su propia administración, como el ex director de la CIA que certificó la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.

Uribe, que ha pretendido convencernos de que a él le producen alergia las cosas faranduleras, se veía patético este martes 13 mientras se miraba de reojo y se codeaba con el presidente de Estados Unidos, como dos estudiantes de secundaria que acababan de hacer una pilatuna. Porque es justamente eso lo que estaba recibiendo Uribe: un premio por la complicidad en las distintas travesuras que los dos realizaron juntos, y gracias a las cuales han menoscabado la democracia, han despreciado los derechos humanos y se han burlado de la justicia.

Carente del sentido de la dignidad, Uribe fue a Washington a sacar pecho por haber apoyado una acción infame e injustificada como la invasión a Irak, con todas las atrocidades que ésta ha implicado, pero que a la vez le ha dado a él patente de corso para seguir adelante con su política de seguridad democrática, sin medir métodos ni controlar abusos, y gracias a la cual han muerto cientos de colombianos inocentes, quienes en muchos casos han sido presentados como miembros o cómplices de la guerrilla, o han terminado convertidos en víctimas colaterales de la guerra contra el terrorismo.

Si el presidente de la República representa a todos los colombianos, yo ayer hubiera querido ser extranjero, para no sentirme tan humillado con semejante insensatez uribista.

Punto aparte. Tal como lo dijimos la semana pasada, la Federación Nacional de Cafeteros desistió de la absurda demanda contra el caricaturista gringo que supuestamente había ofendido a Juan Valdez y perjudicado al gremio cafetero. Aunque el argumento oficial es que el incidente se superó con la carta de disculpa, pero no de arrepentimiento, que envió Mike Peters, lo que yo creo es que una vez se le bajó la cafeína, el doctor Gabriel Silva se dio cuenta de que el escándalo que había armado la semana pasada no tenía asidero alguno. De hecho, ni siquiera los abogados neoyorquinos a los que supuestamente iba a acudir la Federación le encontraron pies ni cabeza a semejante despropósito.

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